7ª Expo-Auto Güimar 2015: clásicos en el valle

Fotografía de Esther Álvarez.
En concentraciones como las de hoy, quizás porque uno ya va dejando atrás la euforia de los 30 y va entrando en esa juventud experimentada de los 40 (acercándose al siguiente capítulo de la vida realmente), es donde te das cuenta de la buena gente que puebla nuestra fauna de aficionados al automóvil antiguo, clásico, clásico popular y clásico deportivo, al fotingo vamos, aunque yo los enumero a todos, no se me ofenda nadie.

Hoy se celebraba la Séptima Expo-Auto de Güimar 2015 con motivo de las fiestas patronales de San Pedro, en la plaza de mismo nombre, entre su esbelta iglesia y su casino, el que regenta la Sociedad Recreativa y Cultural, donde los inscritos de los 7 clubes y asociaciones participantes terminaron el evento con el habitual almuerzo.

La verdad es que hacía muchos años que no me daba un saltito a una de estas concentraciones. Fue el retomar el contacto con un buen amigo, Bruno Hernández, a la sazón Presidente del, quizás y a mi juicio absolutamente personal, uno de los clubes más emblemáticos de la isla, pero no el más antiguos sin embargo (“solo” 6 añitos y pico que tiene), por lo que reuní a mi tribu en el viejo Montero y para abajo que nos fuimos. (Al Club Clásicos Multimarca de Santa Úrsula que preside Bruno lo defino como emblemático, o paradigmático si se quiere, no porque en sus orígenes esté el haber sido parte responsable del récord de concentración de clásicos a nivel nacional que se obtuvo en el sur de Tenerife en 2009 y que aún a día de hoy sigue sin superarse, que yo sepa, sino porque es un club donde lo primero son las personas y lo segundo, los coches. Algo que a mi juicio debe ser imitado con absoluta urgencia, no solo en el mundillo, sino en muchos ámbitos de la vida.)

Lo primero que me gustó ver fue la definición de la concentración, una “expo-auto”, un término que no pone barreras ni cortapisas ni límites, idea (me atrevo a aventurar) de José Manuel Díaz, Presidente del Amigos del BMW E30 M3, un grupo de amigos que respira al ritmo de las élices del emblema de la marca, que no sólo son artífices de esta concentración por séptima vez, sino que además son excelentes anfitriones, a tenor de los buenos comentarios que se oían por la plaza.

Una exhibición masiva, con más de 100 inscritos, donde podías cabalgar tu pasión entre la competición y los viejos Willys importados de Inglaterra en los años cincuenta, entre el placer de ver una restauración de revista de un Fordson y un viejo Opel Kapitan, esa aspiración alemana del American way of life para el mercado europeo. Recordar a los cuatro latas de los 80, ver un par de Minor 1000 (el coche en el que me salieron los dientes, aunque no estaba la versión Van para ya haber regalado dos lágrimas a mi nostalgia) o algo que me sorprendió, los primeros 4x4 que ya superan los 25 años (hay muchos realmente, al margen de los Land Rover, sean los ingleses o los de Santana) y que forman parte de algún club. Hace años no era habitual (salvo las excepciones citadas). Hay que considerar que un coche de 1989 ya entra dentro de la categoría clásico, si bien por mecánica y diseño no está tan lejos en la historia.

Lo segundo fue disfrutar de ese multiverso formado por aficionados y familias. La verdad es que, posiblemente, lo que se dice público asistente -al menos a partir del mediodía- más bien poco. Lo que llenaba la plaza no eran sólo los coches, sino también los propietarios y quienes les acompañaban. Viéndolos te vas dando cuenta del perfil de nuestro aficionado. No es tanto un experto como un añorante, definiendo por tal al que tiene su fotingo porque es el que tenía su padre o su abuelo, porque es con el que aprendió a conducir o el primero que tuvo cuando eran joven o el que recuerda ver en su calle -el que tenía Don Pepe o Don Paco o Don Manuel-. Nuestro aficionado tipo es una persona que añora su viejo coche y las historias que corrían a su alrededor en los años en que no era un clásico sino un moderno, una novedad. Sabe mucho de lo que tiene en su garaje y puede que, incluso, de la gama y hasta de la marca, pero poco o nada de la historia del coche que está a la derecha o a la izquierda del propio.

Y no digo que no haya expertos, que los hay, a buen seguro y soy testigo de ello, grandes expertos en la historia del automovil. Pero los hay más de la vida y en hacer arrancar un viejo Mehari abandonado en un chozo. Y qué quieres que te diga, yo prefiero ya a estos últimos, de los otros ando un poco cansado (porque, además, para eso ya están los libros, las revistas o el interné). Prefiero a mis aficionados, que no sabrán mucho, pero saben sonreír y compartir, saben echarse unas pullas y acabar a carcajadas una discusión sobre cuál traía mejor motor, si este cacharro o aquel otro. Porque todo el mundo sabe que el de Don Juan duró 50 años sin averiarse, coche como ese jamás se ha visto.

Este aficionado, dicho todo sea de paso, no se define por su poder adquisitivo ni por su estatus social ni por las prevendas ni por los apellidos. Es una cuestión... de actitud, tengas un modesto cuatro latas o tengas un Panhard en tu garaje. Ac-ti-tud, que en las matemáticas del buen saber y el bien estar equivale a hu-mil-dad. Cerrando por hoy estas palabras con unas sinceras felicitaciones para todos, organizadores, asistentes y en especial para mis ojos, que pudieron disfrutarlo (más millones de besos para la familia, por su paciente compañía). Tihulawen aggôtnen.

(Nota, para los que se sienten ofendidos porque no están. Decidir qué coche poner y qué coche no poner en el artículo no obedece a ningún criterio concreto más allá del subjetivo y personal del articulista. Son tantos y todos lo merecen igualmente, pero me decido finalmente por los que me hacen pum-pum en el carburador que llevo entre los pulmones. No hay otro motivo.)

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