Caminata a Candelaria, un año más

(c) Esther Álvarez
Cualquier excusa sirve para calzarse las botas. Y para mí, las botas, es una de esas cosas friki, quizás más respetada, así que aquí estoy, contándote la caminata de ayer. Si no eres de Canarias o, mejor, de Tenerife, es probable que no hayas oído hablar de la Peregrinación a Candelaria que se celebra todos los años de manera masiva desde el día anterior a la Asunción de la Virgen, el 15 de agosto.

La caminata

Quizás sea una de las más largas de las muchas peregrinaciones que hay por el país, con una media de 20 kilómetros que se realiza en unas 4 a 6 horas, según tú, tus acompañantes y si cargas agua u otros líquidos refrescantes, léase cerveza o ron. La más tradicional es la que discurre por la Carretera Vieja del Sur que pasa por el popular barrio de Taco donde confluyen las dos principales mareas de peregrinos, los que vienen desde San Cristóbal de La Laguna y los que vienen desde Santa Cruz de Tenerife, la capital de la isla.

Pero no son las únicas rutas, desde el norte la tradición marca confluir en la Caldera de La Orotava para realizar la ascensión hasta la cumbre (una metáfora muy apropiada para este día) para luego el tedioso y duro descenso hasta la Basílica donde la Patrona del Archipiélago aguarda a los caminantes. Los peregrinos que vienen desde los pueblos más lejanos, como los del noroeste de la isla, parten dos o tres días antes y acampan en diversos puntos del monte para el 14 hacer el último tramo. Y como en todos lados, también están los peregrinos que usan la bicicleta o el caballo.

La caminata tradicional, la de la carretera vieja, es masivamente nocturna. Los peregrinos parten por la tarde o hacia la noche del 14 para llegar a la Iglesia de madrugada, aunque ya verás gente caminando desde primera hora y también encontrarás algunos el día 15. Son los que huyen de las masificaciones.

Las razones

Bueno, la pregunta que puede que te hagas es, para qué hacer la caminata. ¿Por la fe? En el fondo la fe es el analgésico de la razón, pero el tiempo me ha enseñado, razonando, que esta cualidad tan aparentemente común pero extrañamente rara de encontrar, no explica cómo funciona la vida, lo que nos lleva de nuevo a la fe, un saco donde cabe todo lo que no se entiende y sirve para admitir lo incomprensible sin cuestionarse poco más. Lo uno y lo otro solo demuestra que somos grandes ignorantes y que nos escondemos de esa ignorancia nuestra a través de las creencias, se fundamenten en los dogmas o en la ciencia. Dicho todo lo cual... ¿para qué hacer la caminata?

Por la gente. Porque andar en medio de una peregrinación tiene un no-sé-qué que emociona. Porque todos esos que vamos compartiendo pasos, pies molidos, cervezas, pinchos de cerdo, ron, barritas energéticas o chocolate con pasas, vamos arrastrando ilusionados nuestras aspiraciones. Todos compartimos un algo común, es ese sentirse en un callejón sin salida, unos por enfermedad, otros por economía, otros por amor y otros por esa fe que los mantiene tranquilos, sin preguntas. Entre tanta petición aprendes que, lo admitas o no, eres una oveja más del rebaño. Y entonces empiezas a reír con el chiste del aquel kinki, con la reflexión de aquella señora, con las bromas de aquel otro grupo. Pasas a formar parte de esa marea de esperanzas, de esa serpiente multicolor de individualidades convertidas en masa.

Mis peticiones, como las de todos y todas: libertad económica para dedicarle todo el tiempo del mundo a mi familia y a mis pasiones, no invertir más minutos de mi vida en personas y proyectos que ya no tienen nada de especial. Mis agradecimientos, por la salud, pero especialmente por el amor de los míos, que baña mi existencia.

Y los de Protección Civil

Ayer fue un buen y gran día. Sin peleas, alguna borrachera inocente, pero poco más. Miles de personas y mucho buen rollo. Mejor que en años anteriores, sin duda alguna. Si tuviera que señalar alguna pega, por decir algo, el comportamiento, como suele ser habitual, de algunos de Protección Civil. Ya todos sabemos que este cuerpo de voluntarios suele acoger a gente con ganas pero poca formación y menos actitud a la que le sumamos el mucho equipamiento que los ayuntamientos o el Cabildo pone a su disposición. Un caminante los definió como “bomberos frustrados a causa de su sobrepeso”. Creo que además de enseñarles a hacer signos con la señalética luminosa de mano deberían de darles cursos de actitud y servicio, porque se olvidan que no son policías ni bomberos. Son voluntarios. Pero bueno, sus carreras con la pick-up y su pavoneo con el material solo fue eso, anecdótico.


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