Chevrolet Bel-Air 1955 (MotorMax 1:24)
Hay dos coleccionismos, el de ir a la tienda y comprar (muy respetable, todos lo hacemos) y el de buscar-indagar-averiguar y hallar. Este segundo es el emocionante, el que sube la adrenalina. Bien sea porque te tropiezas con algo inesperado en un lugar insospechado (como un viejo juguete en un viejo bazar de pueblo o un diecast “inconseguible” en los tiempos de economía boyante en un rastro de tiempos de crisis).
Los rastros no son sitios habituales para ir a intercambiar, mirar, comprar o vender modelos a escala, pero en Canarias es lo que tenemos. Los mercadillos especializados no existen (¡más quisiéramos!). Y lo que en los rastros sueles encontrar está en manos de no-enterados en como funciona este o aquel mundillo del coleccionismo, sean trenes, coches, monedas, sellos o viejas cámaras de fotografía. Cuando esto sucede ocurren dos cosas. O quien tiene la pieza cree tener un boleto de lotería que lo hará millonario y te pedirá lo indecible por esa pieza. O, lo que da más subidón, que no tenga ni idea ni valore lo que tiene entre manos.
Esta mañana me eché un paseo con la familia por el Rastro de Santa Cruz de Tenerife, quizás uno de los más interesantes del país, pese a la lejanía, y que ya ha dado unas cuantas alegrías a más de un anticuario. Nuestra historia y nuestro puerto franco son, casi siempre, el germen de esos regalos. Mis tesoros de esta mañana no tienen tanto pedigrí ni solera, pero igualmente me han entusiasmado. Un album editado por El Mundo con todos los sellos, billetes e iconos gráficos de la democracia española, entre 1978 y 2008 por dos eurillos, muy interesante.
Y la mejor parte, como coleccionista, una réplica del Chevrolet Bel-Air de 1955 de MotorMax en escala 1:24 y con referencia #68033 que en los años en que se editó se escapó de acabar en mis vitrinas y, mira por donde, una década después, lo encuentro en un puesto del rastro. Precio de vendedor, 15 euros; precio de compra, 10 euros; precio del modelo nuevo en tienda (si lo encuentras) unos 16 ó 18 euros.
Motormax, junto a Red Box Toy, forman un grupo de fabricación de miniaturas y juguetes de origen chino (como la inmensa mayoría de la industria del sector, por supuesto), de calidad muy variada, que tienen en su catálogo un conjunto interesante de réplicas de automóviles clásicos americanos, además de referencias europeas y asiáticas, claro está. En escala 1:24 tenían un surtido muy interesante de modelos, ahora aparentemente ya no disponibles, o al menos desaparecidos de su web (la que, por cierto, en vez de avanzar, ha ido atrás en el tiempo a nivel técnico y de diseño). Del Bel-Air tiene (o tenía) la marca varios modelos en esta escala, el de 1950, el de 1955 y el de 1957, todos ellos en versiones dos puertas y hard-top. La calidad media es como un BBurago, por un precio (cuando se encontraban en las tiendas españolas) muy similar. Lo interesante de MotorMax es que ponía en esta escala y al alcance de los coleccionistas más humildes (para los que un Franklin Mint o un CMC era/es un verdadero lujo) modelos del american way of life muy atractivos.
Del Chevrolet Bel-Air poco voy a decir que no se diga ya en Wikipedia, en cualquier libro que haga un recorrido a la historia del automóvil made in USA o en decenas de webs. Es uno de los modelos emblemáticos de la era dorada del automóvil americano de posguerra. Nacido en 1950, y aunque el nombre comercial estuvo en el mercado hasta 1981, son los de esa primera década, hasta 1958, los que se reconocen y se recuerdan, especialmente la segunda generación, fabricada entre 1954 y 1957.
Son cientos las reproducciones en escala 1:24 las que se han hecho del Bel-Air, en versión stock, custom, de servicios o que reproducen modelos memorables de carreras o películas, con una calidad y detallado excelente o como réplicas muy básicas. De todas ellas quisiera destacar dos, por anecdóticas, por haber sido un canto de sirena de nuestra industria en un intento para salir más allá de nuestras fronteras: las dos versiones de MIRA, uno de tantos fabricantes españoles que, como JOAL, desaparecieron del mapa ibense. En la primera imagen es el modelo más simple, el soft-top abierto, en azul claro, pero que ya te digo yo que tiene un lugar especial y destacado en mis estanterías.
Esta mañana me eché un paseo con la familia por el Rastro de Santa Cruz de Tenerife, quizás uno de los más interesantes del país, pese a la lejanía, y que ya ha dado unas cuantas alegrías a más de un anticuario. Nuestra historia y nuestro puerto franco son, casi siempre, el germen de esos regalos. Mis tesoros de esta mañana no tienen tanto pedigrí ni solera, pero igualmente me han entusiasmado. Un album editado por El Mundo con todos los sellos, billetes e iconos gráficos de la democracia española, entre 1978 y 2008 por dos eurillos, muy interesante.
Y la mejor parte, como coleccionista, una réplica del Chevrolet Bel-Air de 1955 de MotorMax en escala 1:24 y con referencia #68033 que en los años en que se editó se escapó de acabar en mis vitrinas y, mira por donde, una década después, lo encuentro en un puesto del rastro. Precio de vendedor, 15 euros; precio de compra, 10 euros; precio del modelo nuevo en tienda (si lo encuentras) unos 16 ó 18 euros.
Motormax, junto a Red Box Toy, forman un grupo de fabricación de miniaturas y juguetes de origen chino (como la inmensa mayoría de la industria del sector, por supuesto), de calidad muy variada, que tienen en su catálogo un conjunto interesante de réplicas de automóviles clásicos americanos, además de referencias europeas y asiáticas, claro está. En escala 1:24 tenían un surtido muy interesante de modelos, ahora aparentemente ya no disponibles, o al menos desaparecidos de su web (la que, por cierto, en vez de avanzar, ha ido atrás en el tiempo a nivel técnico y de diseño). Del Bel-Air tiene (o tenía) la marca varios modelos en esta escala, el de 1950, el de 1955 y el de 1957, todos ellos en versiones dos puertas y hard-top. La calidad media es como un BBurago, por un precio (cuando se encontraban en las tiendas españolas) muy similar. Lo interesante de MotorMax es que ponía en esta escala y al alcance de los coleccionistas más humildes (para los que un Franklin Mint o un CMC era/es un verdadero lujo) modelos del american way of life muy atractivos.
Del Chevrolet Bel-Air poco voy a decir que no se diga ya en Wikipedia, en cualquier libro que haga un recorrido a la historia del automóvil made in USA o en decenas de webs. Es uno de los modelos emblemáticos de la era dorada del automóvil americano de posguerra. Nacido en 1950, y aunque el nombre comercial estuvo en el mercado hasta 1981, son los de esa primera década, hasta 1958, los que se reconocen y se recuerdan, especialmente la segunda generación, fabricada entre 1954 y 1957.
Son cientos las reproducciones en escala 1:24 las que se han hecho del Bel-Air, en versión stock, custom, de servicios o que reproducen modelos memorables de carreras o películas, con una calidad y detallado excelente o como réplicas muy básicas. De todas ellas quisiera destacar dos, por anecdóticas, por haber sido un canto de sirena de nuestra industria en un intento para salir más allá de nuestras fronteras: las dos versiones de MIRA, uno de tantos fabricantes españoles que, como JOAL, desaparecieron del mapa ibense. En la primera imagen es el modelo más simple, el soft-top abierto, en azul claro, pero que ya te digo yo que tiene un lugar especial y destacado en mis estanterías.
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