Honda Odyssey (Fujimi 1:24)

Honda Odyssey Fujimi Model Kit


¿Recuerdas lo qué es el pincel seco?

Cargas de pintura el pincel, lo refriegas en un paño (mi abuela diría restriegas, de restregar, ja) y cuando ya prácticamente no pinte ni manche, le das “a lo loco”, pero con cabeza y sentido común, al modelo o pieza en cuestión, insistiendo en aristas y partes sobresalientes.
El Honda Odyssey es un modelo del fabricante japonés comercializado principalmente en Japón y Estados Unidos, aunque con presencia testimonial también en Canadá, Australia y algún que otro país. Un monovolumen de 4 velocidades y tracción a las 4 ruedas que inició su andadura en 1994 y que se mantiene aún hoy en el mercado, con un restyling que mantiene su esencia pero lo hace más agresivo, más del siglo XXI para la nueva versión Odyssey 2015.

Su primera generación estuvo 5 años en el mercado y de ésta, precisamente, es de la que Fujimi Mokei (aunque el apellido de esta marca japonesa de modelos a escala es absolutamente desconocido en el mundillo) lanzó una maqueta muy simple, con cierta funcionalidad en dirección y ruedas, muy bien acabado (pese a su sencillez).

En las plataformas de subastas como eBay, tiendas online de modelismo, alguna tienda perdida de alguna pequeña ciudad (porque aún quedan, pese a la crisis) o alguna juguetería “dios-sabe-dónde” aún se puede encontrar alguna caja por un precio medio que está entre los 15 y los 25 euros. Si te piden más, no lo vale. No es una rareza ni resulta un modelo atractivo (salvo que tengas especial interés en la marca, en el estilo o un tío abuelo que vino de las Américas y se trajo uno).

Cuando lo empecé a montar, hace ya algunos años (es de mi anterior faceta de modelista, de los que quedaron a medias en el cajón de los olvidos), pretendía hacer algo rápido, sencillo, sin añadidos extra, en el que poner en práctica algo que había leído y visto en varios manuales de automodelismo, que contravenía los santos sacramentos y dogmas de los aficionados más estrictos, que sería motivo de grito histérico por parte de los jueces más implacables en los concursos más refinados, motivo suficiente para ser expulsado vergonzosamente de cualquier club que se precie... y que sin embargo es una alternativa perfectamente viable y pone al modelismo, con según que kits por supuesto, al alcance de cualquiera. De hecho, el tiempo ha dado la razón a esos manuales (y a mí mismo, modestia aparte), dado el tremendo auge de los easy-kits.

Speach aparte, pullitas guardadas y armas en fundas (que sería del hobby sin las críticas cruzadas, como en todos lados), de lo que hablo es de montar un coche... ¡sin pintar su carrocería! Puliendola, en este caso con compoud de Tamiya (pulimento, vaya, pero queda más refinado usar el anglicismo). Por cierto, que se ha puesto a 10,50 euros el tubito. El producto japonés, especialmente Tamiya, se ha puesto por las nubes gracias a las políticas elitistas de ciertos importadores. Era así hace 5 años y al parecer sigue siendo así. Tamiya, en Japón, es el producto popular, no un producto estrella, como se pretende hacer ver en España. Dicho lo cual, continuamos.

En su momento pinté los interiores en un monótono gris neutro, dando luces con pincel seco. Para ello la primera mano la oscureces con un gris más oscuro. Das un primer pincel seco con el gris neutro. Luego aclaras el color con un blanco e insistes en el pincel seco. Para ello el modelista novato sólo necesita tres colores acrílicos, sean de Tamiya o de Vallejo (recomendado) y alcohol (de supermercado, no te compliques, el de marca blanca de AlCampo es muy bueno para esto, no me preguntes por qué, no tengo ni idea, pero se comporta mejor que otros).

Hecho lo dicho, la idea era seguir con un modelo para “probar”, a bajo coste, así que el cristal del interior, todo lo que son sus partes en negro, se pintaron con rotulador permanente, los edding 3000 de toda la vida. Su terminación es un negro satinado (que ni mate ni brillo) muy cercano a lo que es el negro de las gomas de ventanillas de un vehículo moderno.

Y poco más. Tiene algunos errores forzosos como las barras superiores cruzadas (la de la derecha a la izquierda y viceversa, tiene un por qué, pero no viene al caso, je, pero vamos, consecuencia de una chapuza por querer terminar rápido).

Las luces se pintaron por dentro. Dando en las de atrás rojo y naranja transparente de Tamiya, que pese a los años no se ha estropeado ni secado. Las ruedas se “ensuciaron” con negro humo, también acrílico del fabricante japonés. A los retrovisores se les añadió papel aluminio y se remató con el rotulador citado.

Y poco más... a la vitrina. En una semana modelo terminado. Eso sí... salvo pena de ser excomulgado, no lo presentaría a ningún concurso... ¿o sí?