¡Qué hago yo aquí!


¿Qué hago yo aquí? Es que es inevitable que esa sea la primera pregunta. ¿A dónde voy a ir yo a correr a qué carrera ni Dragon ni ná de ná, con toda esta gente que está fuerte? ¡Usa el sentido común, mi niño! ¡Qué ya estás oyendo los chistes baribajines de concejales y consejeros de turno! ¡Qué necesidad tienes! ¡Que ya estás cerca de los cincuenta, hombre! ¡Sé serio, coño!

Las motivaciones negativas son tantas como las que tu cerebro sea capaz de argumentar. Al final se trata de quedarte en esa zona de confort. Esa geolocalización de tu cabeza donde te sientes seguro, aunque duela (o no duela), un sitio tuyo que lo es casi tanto como de los que te ven y quieren que te desenvuelvas ahí, porque ahí te definen, te etiquetan, eres un elemento controlable y tangible. Y el versus es solamente uno, romper la rutina y colarte por la grieta entre todas tus realidades. Más allá de lo poético y resumiendo, dejar de pensar en lo que puedes hacer y sólo hacerlo.

Así que allá va el último, con el reto de llegar, de correr, de hacer, de poder. Ahora un paso, ahora un Endomondo, ahora tres brincos sobre las piedras, ahora un pulsómetro, ahora un resbalón, ahora un “arriba perezoso que ya son las ocho y tienes que ir a correr”.

Y que uno, con tanta suerte que tiene, no está solo. No estoy solo. Porque detrás está Luis Hernández y está TheGarage y, especialmente, mi familia. Como mola eso. ¡Vamos allá! Un paso, otro paso, un paso, otro paso, un paso...

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