El coleccionismo de juguetes
Publicado originalmente bajo el título “La pasión por coleccionar juguetes” el 1 de septiembre de 2010 en blog.artecar24.com, ahora desaparecido. Artículo reeditado y corregido.
Por algún motivo en algún momento de nuestra adolescencia renegamos de los juguetes. Representan algo que fuimos y que ahora no queremos ser. Queremos ser adultos. Algunos pocos afortunados guardan un rescoldo en algún sitio. Hay recuerdos asociados a los viejos coches de Rico, a los Madelman y las Mariquita Pérez que reniegan del olvido. Los Playmobil, los Tente, las cacerolas de latón, las cocinitas, los recortables, los primeros Matchbox... duermen hoy en trasteros, olvidados. Quizás por eso Toy Story fue un éxito absoluto y lo sigue siendo hoy en ventas de DVD para niños. Porque no sólo entre niños sino entre los adultos que, excusa en mano, acompañaban a su troupé a la gran pantalla, anda la ilusión y el juego escondido.
¿Qué es un coleccionista de juguetes?
Cuando se habla de coleccionismo de juguetes viene a la mente un señor con pajarita, un erudito en historia, pudiente económicamente, que adquiere carísimos autómatas alemanes del XIX fabricados, a veces de manera exclusiva, por artesanos de la mecánica, el muelle y el resorte.
Sin embargo, cuando aparece en público un coleccionista de los pequeños y baratos cochecillos españoles fabricados en los 60, 70 u 80 del pasado siglo XX, en troquelado, latón o plástico, en lo que era la floreciente industria juguetera radicada esencialmente en Ibi, Valencia, parece que viéramos a un bicho raro, a un friki, palabra tan de moda que denota todo lo que se sale de lo común.
Nada más lejos de la realidad. Y es que tiene sentido buscar y coleccionar piezas exclusivas, casi únicas, no tanto como lo que fueron sino casi o más como objetos de arte, como exclusivas piezas tecnológicas de época. Pero no hablamos de un coleccionista de juguetes en esencia (aunque decir esto es casi una mentira).
Tiene igual sentido coleccionar los causantes de interminables momentos de felicidad, de aquellas pequeñas miniaturas que reproducían la realidad de los adultos y que nos hacían, por horas, caballeros o bomberos, heroínas o bellas modelos, pistoleros o navegantes galácticos, futuras mamás o criadores de bestias y monstruos. Porque no vamos a negarlo, con los años que tenemos, el juguete siempre fue y sigue siendo, sexista. El chute educativo que inserta en vena los roles masculinos y femeninos.
¿Cómo dar los primeros pasos?
Aunque no empecé a escribir para hablar de política sino para describir el extraño y satisfecho semblante que se le queda al coleccionista cuando se tropieza con una pieza largo tiempo buscada. Cuando visitas un rastro o el garaje de una vieja casa a punto de derribar y aparece una caja de Scalextric herrumbrosa y llena de polvo.
Los mercadillos espontáneos u organizados profesionalmente a lo largo de toda Europa, EE.UU. y Japón se cuentan por miles a lo largo de todo el año. Se publican libros y las tiendas especializadas aparecen, no tanto en España pero sí desde el Pirineos hacia arriba. Los sistemas de subastas, sobre todo en la red, se llenan de juguetes viejos que son seguidos y pujados con pasión.
España, sin embargo, está siendo la pionera en el coleccionismo del juguete moderno, de los últimos 50 años, fabricados en nuestro país y destinados a un mercado humilde. Se empieza a dar valor a nuestras empresas, hoy ya desaparecidas en su mayoría, o inmersas en una grave crisis, no la actual, sino una arrastrada desde hace ya más de una década, cuando el made in China invadió las estanterías de nuestras tiendas.
Quizás haga falta haberse guardado un poco de aquella mirada infantil en algún rincón de un bolsillo roto, envuelto en el catálogo de los Tente o perdido en la caja de los Meccano, para recuperarla hoy y disfrutar de estos viejos trastos.
¡Lo primero, la información!
Si sientes curiosidad, lo primero, antes de entrar a saco en este mundillo, es la información. Después de adquirir algunas piezas por instinto y corazón empiezas a hacerte preguntas. Y es mejor responderlas para no percatarte, años después, que pagaste 3 ó 4 veces el valor de tal o cual ítem. Muchos no aficionados se sorprenderán pero el mercado del juguete antiguo y clásico rara vez es barato. Los coleccionistas andamos oliendo siempre la oportunidad. Nos volvemos cazadores avispados en busca de la bolsa que la abuela fue a tirar y le dijimos que ya tirábamos nosotros esos muñecos. Total, no son sino basura, hasta que regresan a nuestras estanterías.
Otro de los placeres de este hobby es la restauración. Si te gustan las películas de animación, en la primera edición de Toy Story aparece un restaurador que cose el brazo de Buddy y vuelve a pintar la suela de su bota borrando el nombre de Andy en un gesto que acentúa el olvido antes de entrar en el anhelo de sus amigos y la aventura del regreso a casa. Si no la has visto, te la recomiendo encarecidamente. Y además, que la veas con ojos de un adulto.
Poner sobre la mesa de trabajo ese viejo camión de bomberos de Corgi, eliminar el óxido, evaluar si merece la pena entrar a recuperar la pintura, enderezar los ejes de las ruedas, sustituir tal o cual parte por algún repuesto de alguna pieza en peor estado conseguida hace años... hay que experimentar ese momento casi zen.
¿Y el almacenaje?
Es curiosa la capacidad de almacenamiento de un coleccionista de juguetes. Como puede guardar en un rincón una vieja rueda de latón, que siempre tendrá presente, hasta que un buen día encuentra una pieza en las condiciones óptimas para ser recuperada y pasar a la vitrina.
La vitrina, quizás el peor de los pecados del coleccionista. Es el trágico momento en el que, como ejecutores imperturbables robamos el alma, la causa por la que fueron fabricados (la mayoría) y los convertimos en objetos de exhibición. Nos curamos luego las heridas regando a los niños que nos rodean con juguetes modernos, juguetes que juegan solos, que sólo necesitan un botón.
Así que, aunque por curiosidad fuera, en la próxima visita a los abuelos, sube al desván o baja al sótano, abre las viejas cajas de tus juguetes, recupera tu memoria, tus momentos, límpialos, devuélvelos a la vida. Luego tienes dos alternativas, encender su alma y que los niños los vuelvan a usar o conservarlos, perderte en su historia, en las personas que los hicieron posible... y tal vez puede que descubras un mundo del que no vas a querer salir.
Algunas lecturas (la bibliografía en este asunto, sobre todo inglesa y americana, es interminable):
(Imagen superior de Galería Navarro.)
Por algún motivo en algún momento de nuestra adolescencia renegamos de los juguetes. Representan algo que fuimos y que ahora no queremos ser. Queremos ser adultos. Algunos pocos afortunados guardan un rescoldo en algún sitio. Hay recuerdos asociados a los viejos coches de Rico, a los Madelman y las Mariquita Pérez que reniegan del olvido. Los Playmobil, los Tente, las cacerolas de latón, las cocinitas, los recortables, los primeros Matchbox... duermen hoy en trasteros, olvidados. Quizás por eso Toy Story fue un éxito absoluto y lo sigue siendo hoy en ventas de DVD para niños. Porque no sólo entre niños sino entre los adultos que, excusa en mano, acompañaban a su troupé a la gran pantalla, anda la ilusión y el juego escondido.
(c) Galería Navarro. |
¿Qué es un coleccionista de juguetes?
Cuando se habla de coleccionismo de juguetes viene a la mente un señor con pajarita, un erudito en historia, pudiente económicamente, que adquiere carísimos autómatas alemanes del XIX fabricados, a veces de manera exclusiva, por artesanos de la mecánica, el muelle y el resorte.
Sin embargo, cuando aparece en público un coleccionista de los pequeños y baratos cochecillos españoles fabricados en los 60, 70 u 80 del pasado siglo XX, en troquelado, latón o plástico, en lo que era la floreciente industria juguetera radicada esencialmente en Ibi, Valencia, parece que viéramos a un bicho raro, a un friki, palabra tan de moda que denota todo lo que se sale de lo común.
Nada más lejos de la realidad. Y es que tiene sentido buscar y coleccionar piezas exclusivas, casi únicas, no tanto como lo que fueron sino casi o más como objetos de arte, como exclusivas piezas tecnológicas de época. Pero no hablamos de un coleccionista de juguetes en esencia (aunque decir esto es casi una mentira).
Tiene igual sentido coleccionar los causantes de interminables momentos de felicidad, de aquellas pequeñas miniaturas que reproducían la realidad de los adultos y que nos hacían, por horas, caballeros o bomberos, heroínas o bellas modelos, pistoleros o navegantes galácticos, futuras mamás o criadores de bestias y monstruos. Porque no vamos a negarlo, con los años que tenemos, el juguete siempre fue y sigue siendo, sexista. El chute educativo que inserta en vena los roles masculinos y femeninos.
¿Cómo dar los primeros pasos?
Aunque no empecé a escribir para hablar de política sino para describir el extraño y satisfecho semblante que se le queda al coleccionista cuando se tropieza con una pieza largo tiempo buscada. Cuando visitas un rastro o el garaje de una vieja casa a punto de derribar y aparece una caja de Scalextric herrumbrosa y llena de polvo.
Los mercadillos espontáneos u organizados profesionalmente a lo largo de toda Europa, EE.UU. y Japón se cuentan por miles a lo largo de todo el año. Se publican libros y las tiendas especializadas aparecen, no tanto en España pero sí desde el Pirineos hacia arriba. Los sistemas de subastas, sobre todo en la red, se llenan de juguetes viejos que son seguidos y pujados con pasión.
España, sin embargo, está siendo la pionera en el coleccionismo del juguete moderno, de los últimos 50 años, fabricados en nuestro país y destinados a un mercado humilde. Se empieza a dar valor a nuestras empresas, hoy ya desaparecidas en su mayoría, o inmersas en una grave crisis, no la actual, sino una arrastrada desde hace ya más de una década, cuando el made in China invadió las estanterías de nuestras tiendas.
Quizás haga falta haberse guardado un poco de aquella mirada infantil en algún rincón de un bolsillo roto, envuelto en el catálogo de los Tente o perdido en la caja de los Meccano, para recuperarla hoy y disfrutar de estos viejos trastos.
¡Lo primero, la información!
Si sientes curiosidad, lo primero, antes de entrar a saco en este mundillo, es la información. Después de adquirir algunas piezas por instinto y corazón empiezas a hacerte preguntas. Y es mejor responderlas para no percatarte, años después, que pagaste 3 ó 4 veces el valor de tal o cual ítem. Muchos no aficionados se sorprenderán pero el mercado del juguete antiguo y clásico rara vez es barato. Los coleccionistas andamos oliendo siempre la oportunidad. Nos volvemos cazadores avispados en busca de la bolsa que la abuela fue a tirar y le dijimos que ya tirábamos nosotros esos muñecos. Total, no son sino basura, hasta que regresan a nuestras estanterías.
Otro de los placeres de este hobby es la restauración. Si te gustan las películas de animación, en la primera edición de Toy Story aparece un restaurador que cose el brazo de Buddy y vuelve a pintar la suela de su bota borrando el nombre de Andy en un gesto que acentúa el olvido antes de entrar en el anhelo de sus amigos y la aventura del regreso a casa. Si no la has visto, te la recomiendo encarecidamente. Y además, que la veas con ojos de un adulto.
Poner sobre la mesa de trabajo ese viejo camión de bomberos de Corgi, eliminar el óxido, evaluar si merece la pena entrar a recuperar la pintura, enderezar los ejes de las ruedas, sustituir tal o cual parte por algún repuesto de alguna pieza en peor estado conseguida hace años... hay que experimentar ese momento casi zen.
¿Y el almacenaje?
Es curiosa la capacidad de almacenamiento de un coleccionista de juguetes. Como puede guardar en un rincón una vieja rueda de latón, que siempre tendrá presente, hasta que un buen día encuentra una pieza en las condiciones óptimas para ser recuperada y pasar a la vitrina.
La vitrina, quizás el peor de los pecados del coleccionista. Es el trágico momento en el que, como ejecutores imperturbables robamos el alma, la causa por la que fueron fabricados (la mayoría) y los convertimos en objetos de exhibición. Nos curamos luego las heridas regando a los niños que nos rodean con juguetes modernos, juguetes que juegan solos, que sólo necesitan un botón.
Así que, aunque por curiosidad fuera, en la próxima visita a los abuelos, sube al desván o baja al sótano, abre las viejas cajas de tus juguetes, recupera tu memoria, tus momentos, límpialos, devuélvelos a la vida. Luego tienes dos alternativas, encender su alma y que los niños los vuelvan a usar o conservarlos, perderte en su historia, en las personas que los hicieron posible... y tal vez puede que descubras un mundo del que no vas a querer salir.
Algunas lecturas (la bibliografía en este asunto, sobre todo inglesa y americana, es interminable):
- Enciclopedia del Coleccionista: Juguetes y muñecas; Lydia Darbyshire; Agata, 1999.
- Juguetes de Metal: Guía práctica para coleccionar, identificar y disfrutar de los juguetes de metal; Constance King; Edimat Libros, 1999.
- American Antiques and Collectibles: The essential visual reference source for the collector; Susan Ward y Christopher Pearce; Chartwell Books, 2001.
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