Leer, reflexionar y masticar el pensamiento


No sé cuántos blogs han nacido, madurado y muerto en mis manos. La necesidad de comunicar va asociada a mi persona, no sé si como una búsqueda incesante del reconocimiento paterno o si por una cuestión genética. Y con esta última apuesta, donde tú estás leyendo ahora y donde yo estuve escribiendo hace poco, este sitio que antes tenía dominio (angelnoes.es), luego no -porque pasé de pagarlo- y ahora resurge cual fénix de barra de bar bajo el dominio de noche que Google regenta (blogspot.com), pasará, estimo, más de lo mismo.

Me propuse, y mantengo la proposición, de que en este diario digital, este blog ya tan en desuso, solo tendrían cabida mis hobbies y aficiones, los o las que fueran que ocupasen mi atención en cada momento. Cierto es que pocas aficiones han mantenido mi atención durante tanto tiempo -toda mi vida, desde que recuerdo- como la lectura, la reflexión y algo que podría llamar masticar el pensamiento, además de la bicicleta y el modelismo -eso que ni es arte ni es artesanía sino, para los que lo aficionamos, ambas cosas-, además de otras formas de (afortunadamente) perder el tiempo.

La masticación casi siempre me dicta cosas como no estar a favor de la sentencia recaída sobre la tuitera Cassandra Vera y sus incendiarios mensajes, así como tampoco compartir los susodichos, porque en el combate político, en el progreso social, para este humilde que escribe y poco va a ser leído, no todo vale. Y la izquierda, como la derecha, cuando se radicaliza en su mensaje, se sienta la una al lado de la otra, comiendo en la misma mesa.

Pero este texto insustancial, que poco aportará a tu vida y solo resulta ser un ejercicio personal de masticación vacuna, de lento procesamiento y digestión recurrente, no pretende derivar hacia mis discapacidades emocionales -tú, las tuyas tendrás, no te vayas de rositas- ni de posicionamientos políticos ni de artilugios textuales poco intelectuales en defensa de un supuesto liberalismo progresista, sino de la afición en sí misma.

Cuando lees, a unos y otros, y ves modelos que se repiten más allá de los colores, las vestimentas, las posturas o las maneras de cruzar o abrir las piernas en la mesa, la razón te dicta que hay unas bases en el comportamiento humano, y por tanto en la cultura que nos rodea, más cercanas a la sangre, las hormonas y el genoma, que a la intelectualidad.

Masticar el pensamiento no es leer y asumir ni tampoco reflexionar y argumentar. Es más bien un poco de cada cosa, es un leer y reflexionar para no-asumir y des-argumentar toda idea, toda verdad vestida de absolutismo totalitario más allá del vocero o vocera que la grita, en busca de las raíces más íntimas que nos llevan a ser y hacer así o asá. Este hobby requiere pocas herramientas, antaño tal vez algo de desembolso y visita habitual a los antros que los libreros regentan tan egoístamente, pero hoy ni eso, basta con echar el día leyendo las infinitas fuentes digitales que nos atracan por las esquinas del teclado.

Masticar el pensamiento es no creer férreamente en nada, solo dubitativamente en unos pocos axiomas, tan solo en aquellos que, por mucho que insistes, no has conseguido desmontar para ver su esqueleto. Requiere tiempo, pero un tiempo que se puede acompañar de un registro contable, de un lijado de puerta, de un análisis estadístico, del picado de una cebolla, del ordeno y mando o del obedezco y refunfuño. Es, como en el linux, una tarea en segundo plano; aprovecho y uso el símil ya que nuestro cerebro está montado en alguna distribución desconocida de este brillante sistema operativo (yo diría que un Ubuntu).

Claro que, masticar lleva a la autocrítica como consecuencia inevitable. Y cuando comunicas un razonamiento durante ese proceso no estás haciendo otra cosa que exponer tu carne en la vitrina, aún cuando el cartelito le hable a usted, comprador o compradora, no deja de ser carne propia, de quien comunica. Así que estoy llegando a la conclusión obvia de que la comunicación sustentada en la autocrítica es incómoda de leer, es fea, no deja indiferente pero si mudos y mudas a lectores, oyentes o videntes, porque es como con la miseria, que andando con el estómago lleno casi preferimos mirar a otro lado.

Así que, reflexionado y dicho todo lo cual, he llegado al concluyente párrafo: siendo este blog un rincón para aficiones intrascendentes, está claro que la masticación del pensamiento también tiene cabida aquí, porque no deja de ser otro más de mis improductivos entretenimientos.

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