La puñetera demagogia y la publicidad de Canary Fly
Twitter está en fase de aterrizaje. Es algo que hoy suena extraño pero que a pocos años observaremos con estupor. Del patio de vecinos que era hace 5 u 8 años se ha convertido en un medio casi unidireccional donde se tiende a repetir el modelo de "yo, famoso, expongo-pero-no-escucho" y "nosotros, tragaldabas, oímos-seguimos-y-nos-alborotamos". Así que ya no es un sitio donde tener una conversación interesante sea un estímulo para participar, pero sí es desde luego una plataforma publicitaria en la que invertir dinero y en la que llegar a muchos de manera masiva. Bien, aclarada mi posición, pasemos al caso.
Ayer observaba un tanto estupefacto la polémica generada alrededor de la campaña de Canary Fly en Instagram para generar visibilidad en esa red y a través del hashtag #InstaModels. La típica campaña que usa modelos femeninas con una alta carga erótica, sexual o como quieras llamarla. Una campaña más de las muchísimas que en todo el mundo usa los cuerpos de hombres o mujeres para atraer a mujeres o hombres, y viceversa, hacia la marca de un producto o servicio.
Pero he ahí que Victoria Rosell, magistrada de oficio, ex-diputada y una reconocida luchadora por la igualdad, ataca la campaña de esta pequeña compañía aérea, con tan “buena suerte” que el golpe le sale bien y provoca un [relativo] aluvión de críticas en relación a la carga sexual de la citada campaña, tachándola de machista, micromachista, sexista, etc. Carro al que se suma Patricia Hernández, presidenta del Grupo Parlamentario Socialista en Canarias, lo que arrastró a otras usuarias y usuarios a seguir la ola de amenazas tipo “no vuelo contigo, CanaryFly, vuelo con Binter”. Con el resultado final de una compañía que primero intenta, de buenas maneras, explicar, pero que luego, por acojonamiento, recula, retira y pide disculpas.
Y explica tú que eso no es machismo, que es el uso del sexo en la publicidad, que puede ser o no criticable, según cada quien. ¿Fomenta el cuerpo de la mujer como objeto erótico? Claro que sí. Como tantas campañas, antes y ahora. Como tantas campañas con el cuerpo masculino. Bien, hablemos de eso. ¿Qué hacemos al respecto? ¿Prohibir? Prohibamos el porno también. Prohibamos la programación de Telecinco. Prohibamos las telenovelas de allende los mares. Prohibamos los anuncios de perfumes. Prohibamos la publicidad de Wehbe, de El Corte Inglés, de... Porque dónde está el límite. ¿En la voluptuosidad del cuerpo y la envidia que genere?
Pero, al margen de esa segunda discusión (¿permitimos o no el uso de la carga sexual y erótica en la publicidad? y ¿dónde ponemos el límite en ese uso, cuánta carne sí y cuánta carne no?) se me ocurrió preguntar unas cuantas horas después a estas representantes políticas qué tipo de acciones iban a tomar (no opiniones ni posicionamientos, acciones concretas) para apoyar al colectivo de Las Kellys, las camareras de piso en el sector hotelero, enlazándoles un reportaje de Manuel Artiles que denuncia el trato indigno, los bajos salarios y las condiciones de explotación laboral.
Creo que más que entrar en discusiones demagógicas sobre los micromachismos, algo que habrá que combatir con educación desde la infancia, educación en la igualdad (y ya de paso, educación en valores para que, sin que se tenga que prohibir nada, cuando veamos publicidad sepamos detectar las claves que se usan y con las que intentan manipularnos), más que esas discusiones, repito, habrá que poner los ojos, las palabras y, sobre todo, las acciones, allí donde de verdad están los problemas más acuciantes, las situaciones más graves. Las que de verdad requieren atención.
¿Quieren acción? ¿De verdad quieren implicarse? Bien, ahí hay una buena causa. Una causa que merece la pena. Ahí hay un colectivo de mujeres que sufren condiciones laborales que pueden ser etiquetadas como explotación y maltrato. Así solo hubiera una afectada. Pero claro, son camareras de piso, no son una compañía aérea. Y además habría que posicionarse de frente al empresariado hotelero y al turismo. El intocable turismo.
Aún sigo esperando respuesta de la Sra. Victoria y de la Sra. Patricia.
Ayer observaba un tanto estupefacto la polémica generada alrededor de la campaña de Canary Fly en Instagram para generar visibilidad en esa red y a través del hashtag #InstaModels. La típica campaña que usa modelos femeninas con una alta carga erótica, sexual o como quieras llamarla. Una campaña más de las muchísimas que en todo el mundo usa los cuerpos de hombres o mujeres para atraer a mujeres o hombres, y viceversa, hacia la marca de un producto o servicio.
Pero he ahí que Victoria Rosell, magistrada de oficio, ex-diputada y una reconocida luchadora por la igualdad, ataca la campaña de esta pequeña compañía aérea, con tan “buena suerte” que el golpe le sale bien y provoca un [relativo] aluvión de críticas en relación a la carga sexual de la citada campaña, tachándola de machista, micromachista, sexista, etc. Carro al que se suma Patricia Hernández, presidenta del Grupo Parlamentario Socialista en Canarias, lo que arrastró a otras usuarias y usuarios a seguir la ola de amenazas tipo “no vuelo contigo, CanaryFly, vuelo con Binter”. Con el resultado final de una compañía que primero intenta, de buenas maneras, explicar, pero que luego, por acojonamiento, recula, retira y pide disculpas.
Y explica tú que eso no es machismo, que es el uso del sexo en la publicidad, que puede ser o no criticable, según cada quien. ¿Fomenta el cuerpo de la mujer como objeto erótico? Claro que sí. Como tantas campañas, antes y ahora. Como tantas campañas con el cuerpo masculino. Bien, hablemos de eso. ¿Qué hacemos al respecto? ¿Prohibir? Prohibamos el porno también. Prohibamos la programación de Telecinco. Prohibamos las telenovelas de allende los mares. Prohibamos los anuncios de perfumes. Prohibamos la publicidad de Wehbe, de El Corte Inglés, de... Porque dónde está el límite. ¿En la voluptuosidad del cuerpo y la envidia que genere?
Pero, al margen de esa segunda discusión (¿permitimos o no el uso de la carga sexual y erótica en la publicidad? y ¿dónde ponemos el límite en ese uso, cuánta carne sí y cuánta carne no?) se me ocurrió preguntar unas cuantas horas después a estas representantes políticas qué tipo de acciones iban a tomar (no opiniones ni posicionamientos, acciones concretas) para apoyar al colectivo de Las Kellys, las camareras de piso en el sector hotelero, enlazándoles un reportaje de Manuel Artiles que denuncia el trato indigno, los bajos salarios y las condiciones de explotación laboral.
Creo que más que entrar en discusiones demagógicas sobre los micromachismos, algo que habrá que combatir con educación desde la infancia, educación en la igualdad (y ya de paso, educación en valores para que, sin que se tenga que prohibir nada, cuando veamos publicidad sepamos detectar las claves que se usan y con las que intentan manipularnos), más que esas discusiones, repito, habrá que poner los ojos, las palabras y, sobre todo, las acciones, allí donde de verdad están los problemas más acuciantes, las situaciones más graves. Las que de verdad requieren atención.
¿Quieren acción? ¿De verdad quieren implicarse? Bien, ahí hay una buena causa. Una causa que merece la pena. Ahí hay un colectivo de mujeres que sufren condiciones laborales que pueden ser etiquetadas como explotación y maltrato. Así solo hubiera una afectada. Pero claro, son camareras de piso, no son una compañía aérea. Y además habría que posicionarse de frente al empresariado hotelero y al turismo. El intocable turismo.
Aún sigo esperando respuesta de la Sra. Victoria y de la Sra. Patricia.
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