Gatos, gatos y más gatos... ¡nos dominan!
Nunca sabemos cuántos gatos hay por casa. De hecho, no son nuestros gatos. Aparecen por casa. Los alimentamos, los desparasitamos, los limpiamos, los cobijamos, pero no son nuestros, no los atamos ni los poseemos. Hacen su vida. Algunos permanecen siempre. Otros, especialmente los machos, más aventureros, deciden en su primera y repleta de hormonas adolescencia, marcharse en busca de alguna hembra que los acepte. Pero al tiempo, más viejos, más expertos, más tranquilos, vuelven. No sabemos qué hacen ni cómo se las arreglan.
Quizás es una manera rara de "tener" para quien cree que "tenemos" gatos, pero la realidad es que ellos "nos tienen" a nosotros. Somos su posesión, su refugio, el hogar para el retorno del guerrero. Al vivir en las afueras, en el campo, son el mejor veneno contra ratas y ratones, el mejor espanta bicharracos que existe. Y es una delicia acariciarlos, es absolutamente antiestresante. Pero, sobre todo, lo mejor, es que forman parte de nuestra familia, aún y pese a su vida errante. Y como a la familia, no se les tiene en propiedad. Tienen la libertad de hacer, ir y venir.
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