La paradoja del control: Ley del Suelo, alquileres desbocados y moralidad impostada
En un reciente episodio político, el PSOE se vio obligado a retirar su Ley del Suelo ante la firme oposición de Podemos y otros partidos de izquierda. Este hecho se celebró como un triunfo de la izquierda, pero también puso de manifiesto la complejidad de legislar en un país donde las ideologías chocan constantemente, especialmente si estás en una minoría donde los que son menos controlan y hacen bullying a los que son más.
(Algo que en lo que participan los segundos para sostener un poder que se les escapa entre las manos, dicho sea de paso. ¡Qué también es una situación buscada!)
Los alquileres desbocados
Mientras tanto, las nuevas leyes de alquiler, que intentaban regular el mercado, han tenido el efecto contrario al deseado: los precios han aumentado, y los propietarios se han vuelto más exigentes. Todo esto se enmarca en una ola de moralidad impostada, que se manifiesta con fuerza en redes sociales como Twitter (llámalo X).
El intento de regular el mercado del alquiler con leyes estrictas ha demostrado ser contraproducente. En lugar de proteger a los inquilinos, ha incentivado a los propietarios a elevar los precios y a endurecer los requisitos para alquilar.
Esta situación nos recuerda que el libre mercado, con su capacidad de autorregulación, suele ser más efectivo que las intervenciones estatales excesivas. Las leyes deben existir para garantizar un mínimo de orden y justicia, pero cuando el control es desmedido, los efectos indeseados son inevitables.
La sobre-regulación no solo obstaculiza el dinamismo económico, sino que también puede exacerbar los problemas que pretende resolver aunque las causas de este fracaso son multifacéticas porque todo es siempre mucho más complejo de lo que parece a simple vista o de lo que le interesa a un bando cualquiera para su discurso.
Entre ellas, las azarosas dificultades, encontramos factores económicos como la escasez real de vivienda o la restricción artificial de la oferta por parte de ciertos actores como los grandes tenedores de propiedades. También influyó, y sigue influyendo, en su momento la rigidez burocrática de la ley, que dificultó la construcción y el alquiler de viviendas.
Y no podemos descartar la influencia de grupos de presión inmobiliarios y otros lobbys que pudieron haber incidido en la elaboración y el resultado final de la ley finalmente retirada, poniendo en riesgo el objetivo de proteger a los inquilinos.
La moralidad impostada
En paralelo, observamos un fenómeno social preocupante: una moralidad impostada que se propaga a través de las redes sociales. Un claro ejemplo es la campaña que demoniza a los propietarios, instándolos "moralmente" a bajar los precios del alquiler.
Esta presión social, aunque pueda parecer bienintencionada, está orquestada en muchos casos por granjas de bots y grupos de presión digital que manipulan la opinión pública. En lugar de fomentar un debate genuino, estas tácticas coartan la libertad individual y crean una falsa moral colectiva.
Otro ejemplo de esta nueva religiosidad es la creciente tendencia a evitar bares que no aceptan pagos con tarjeta, acusándolos de evasores fiscales. Esta postura, basada en una falacia, se ha convertido en una especie de cruzada moral moderna. Sin embargo, en lugar de promover la libertad y la diversidad en las prácticas comerciales, se impone una única forma de conducta como la "correcta".
Es alarmante que los grupos de poder utilicen las redes sociales para moldear la opinión pública en beneficio del estado y las grandes corporaciones, en lugar de defender al individuo. Las granjas de bots y los grupos de presión digital son una realidad y venden sus servicios al mejor postor, generando tendencias y polémicas artificiales.
Esta manipulación de la opinión pública no solo es inverosímil, sino también una amenaza a la libertad de pensamiento y expresión. Genera una dictadura moral donde el divergente, el diferente, es señalado y expuesto con el único fin de ser dañado socialmente. Lo que conocemos hoy como cancelación. Algo esgrimido desde ciertos sectores que se autodenominan justos y que imitan, consciente o inconscientemente, comportamientos totalitarios del pasado que llevaron a Europa a una guerra horrible.
Dónde queda el libre albedrío
En este contexto, es crucial defender la libertad del individuo y el libre mercado.
Y parte de esa defensa pasa por reconocer que no somos "buenas personas" por naturaleza lo que implica aceptar que necesitamos leyes para regular la convivencia y asegurar la paz social.
Sin embargo, el exceso de control legislativo y moral nos lleva a una sociedad menos libre y más conflictiva. Los efectos indeseados de la sobre-regulación y la moralidad impostada son una advertencia de que el camino hacia una sociedad justa y equitativa no puede basarse en la coacción ni en la manipulación de las masas, sino en el respeto a la libertad individual y el funcionamiento natural del mercado.
Es necesario encontrar un equilibrio entre la regulación necesaria para la convivencia y el respeto a las libertades individuales. El mercado libre, con sus imperfecciones, sigue siendo el mejor mecanismo para la prosperidad y el bienestar.
En una era donde las redes sociales pueden ser usadas para manipular la opinión pública, es más importante que nunca ser críticos y defender nuestra libertad de pensamiento y acción frente a las imposiciones externas.
En lugar de centrarnos únicamente en los problemas y las falencias del sistema actual, es necesario buscar alternativas y propuestas constructivas.
Para incentivar la oferta de viviendas asequibles, se podrían implementar medidas como beneficios fiscales o subsidios para la construcción de nueva vivienda. La educación financiera y formación jurídica de los inquilinos también es fundamental para que puedan defender sus derechos y tomar decisiones informadas.
La práctica del mercado señala que la abundancia de un bien provoca la bajada de su precio ya que son muchos los actores que participan en él y se hace prácticamente imposible un acuerdo sectorial para controlar los precios. Los propietarios con 2, 3 ó 5 casas, si quieren recibir ingresos a través de alquileres, no tendrán más remedio que bajar los precios porque con rentas por encima del mercado sus propiedades permanecerán vacías.
En conclusión,
- debemos encontrar un equilibrio entre la regulación necesaria para la convivencia y el respeto a las libertades individuales,
- al tiempo que reconocemos que el mercado libre, con sus imperfecciones, sigue siendo el mejor mecanismo para la prosperidad y el bienestar.
Es necesario fomentar el diálogo abierto y constructivo sobre los problemas del mercado inmobiliario, en lugar de caer en la polarización y la demonización de grupos específicos. Los medios de comunicación y las instituciones públicas tienen un papel crucial en este sentido.
La búsqueda de un sistema inmobiliario más justo y equitativo requiere un enfoque integral que combine la regulación necesaria con el respeto a las libertades individuales.
Y entre esas libertades debe reconocerse la libertad a la propiedad.
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