Ni el helado de Mercadona ni Iker Jiménez con Eurovisión: X (antes Twitter) no representa la realidad
Twitter (llámalo X): ¿Un reflejo distorsionado de la realidad?
En la era de la hiperconectividad, las redes sociales se han convertido en un hervidero de información y opiniones. Entre ellas, X (antes conocida como Twitter) destaca por su ritmo frenético y su capacidad para viralizar contenidos en cuestión de segundos.
Sin embargo, surgen varias preguntas cruciales que deberíamos hacernos pero que como adictos a la red de microblogging no nos hacemos porque eso nos daría un bofetón en toda la cara:
- ¿Hasta qué punto refleja X la realidad que nos rodea?
- ¿Es realmente un termómetro del interés común?
- ¿Es una excusa para que los medios generen o inflen burbujas distorsionadas que amplifican voces extremas o interesadas?
Obviamente, sí.
Lo cierto es que en general, en la calle, en el bar de tu barrio, en el trabajo, será raro que oigas hablar de lo que Iker Jiménez dice o piensa sobre Eurovisión o que veas a tu hermana o a tu colega o a tu compañero de trabajo estresado porque el helado de Mercadona haya desaparecido del lineal donde lo compraba.
Eso puede ser tendencia en Twitter o en Facebook solo porque el algoritmo así lo ha decidido, porque un porcentaje algo mayor de lo habitual lo ha buscado, creado o interactuado, pero nada más.
Lo cierto es que, como la imagen que acompaña a este texto, nos creemos superhéroes por pegar gritos virtuales en X pero no somos más que villanos mediocres.
Yo el primero. Tú también cuando lo haces.
Un microcosmos sesgado
Es innegable que X ofrece una ventana a una amplia diversidad de perspectivas. Yo uso esta plataforma para ver qué puede ser tendencia en búsquedas -que no en la vida real-. También lo uso por las risas o para verter mis opiniones de m... que no son otra cosa que eso, opiniones. Válidas como las tuyas. Atacables como las tuyas.
No obstante, es importante reconocer quienes estamos en X no somos mucho más que una muestra sesgada de la población. Primero porque quienes estamos representamos a una población alfabetizada tecnológicamente. Segundo porque además, dentro de ese grupo, estamos los que podríamos llamar híperconectados. Y, además, activos en cuanto a la necesidad de comunicar y conectar.
Los usuarios de X representan solo una fracción de la sociedad, que es la descrita, y sus características demográficas e intereses no siempre coinciden con los del conjunto general. Por no decir casi nunca.
Además, la propia naturaleza de la plataforma incentiva la polarización y la difusión de información sesgada. Los algoritmos de X favorecen la interacción con contenido que genera engagement, lo que a menudo significa contenido controvertido o que apela a las emociones más básicas.
Esto crea un bucle de retroalimentación en el que las voces más extremas se amplifican, mientras que las opiniones moderadas o matizadas quedan relegadas a un segundo plano.
Al final X, como todas las aplicaciones de Meta o TikTok o YouTube, lo que quiere es que estés el mayor tiempo posible en la plataforma para vender esa visibilidad a los marquistas.
La tiranía de la tendencia
En X, la tendencia se convierte en un dios al que todos rinden culto. Un tema que se vuelve viral, incluso si se basa en información falsa o sesgada, adquiere una fuerza desmedida que puede eclipsar la realidad y moldear la opinión pública.
Y el problema no es tanto que se vuelva tendencia dentro de X, el problema es que los medios lo utilizan, por interés o por desesperación para ganar una nueva view, como si eso fuera un reflejo de la realidad.
Pero luego al caminar por la calle no ves nada de lo que se supone debe ser la temática principal de la sociedad. No lo oyes en los bares ni cafeterías. Y cuando un tuitero o tuitera lo comenta con otras personas no es raro ver una cara de "ah, qué bien" y siguen hablando de lo que realmente importa. La salud, el trabajo, la familia y esas cosas mundanas que rara vez se leen en la aplicación de Elon Musk.
La presión por seguir la tendencia puede llevar a los usuarios de X a adoptar posturas que no representan sus verdaderas convicciones, por miedo a ser excluidos o ridiculizados. Esto genera un ambiente hostil para el debate constructivo y la reflexión crítica, pilares fundamentales de una sociedad democrática.
Aunque todo hay que reconocerlo. Tampoco es que se hable mucho de los pilares de la sociedad democrática en las reuniones familiares, con la gente del curro o en los bares al borde de un café.
Más allá del ruido
Si bien X puede ser una herramienta valiosa para estar al tanto de la actualidad y conocer diferentes puntos de vista, es fundamental ser consciente de sus limitaciones. No debemos confundir el ruido virtual con el pulso real de la sociedad.
Es necesario cultivar una mirada crítica que nos permita discernir entre la información veraz y la sesgada, entre las opiniones genuinas y la simple búsqueda de atención.
Debemos ser capaces de participar en X de forma responsable, fomentando el diálogo respetuoso y la búsqueda de la verdad, sin dejarnos arrastrar por las corrientes de opinión más populares.
X no es un reflejo fiel de la realidad, sino una representación distorsionada que amplifica las voces más extremas y sesgadas. A la gente común, la que ves caminar por la calle o en el metro, lo que diga Iker Jiménez sobre Eurovisión le importa tres pepinos. Y que Mercadona retire un helado en particular le afectará cuando haga la compra y vaya a buscarlo, pero no todos los clientes de esa superficie compraban ese producto.
Es importante ser consciente de sus limitaciones y cultivar una mirada crítica para navegar en este mar de información sin perder el norte. Creo que incluso es más productivo usar X por las risas que como fuente de información. La probabilidad de tragarte un dato manipulado o un bulo es demasiado grande.
La responsabilidad recae en cada usuario para convertir X en un espacio de intercambio sano y enriquecedor, donde la verdad y el diálogo constructivo prevalezcan sobre el ruido y la polarización. Lo que pasa es que eso requiere personas adultas mentalmente, autosuficientes en cuanto a pensamiento crítico y libres en cuanto a idearios.
Y eso tampoco ocurre en la vida real.
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