¿Qué significa "ser latino"? Una reflexión desde Canarias
¿Qué significa "ser latino"?
El término latino tiene sus raíces en el latín, el idioma del Imperio Romano que dio origen a las lenguas romances como el español, el portugués, el italiano y el francés. En ese sentido, cualquier hablante de una lengua romance podría considerarse latino. Sobre esto debería de haber un acuerdo generalizado y cero discusión. Que una palabra tenga múltiples significados no significa que esos significados sean excluyentes entre sí. Y, además, siempre hay un significado primario, como es el caso.
Sin embargo, en el uso moderno, el significado ha evolucionado para referirse principalmente a las personas nacidas o culturalmente vinculadas a América Latina, una región marcada por la mezcla de culturas indígenas, africanas y europeas.
En este contexto, latino no solo alude al idioma o la geografía, sino a un sentido de identidad compartida que trasciende las fronteras nacionales. Es una palabra que abraza la diversidad, la herencia y las experiencias comunes de los pueblos que han sido moldeados por siglos de historia en un espacio cultural propio.
¿Qué es el canario en esta ecuación?
Los canarios vivimos en una posición única. Somos ciudadanos españoles porque fue la única colonia (sí, he escrito colonia, lo cortés no quita lo valiente) que no se independizó en el siglo XIX de la metrópoli peninsular (y no sería porque los ingleses no quisieran), pero, nuestras raíces y nuestra historia nos colocan en un cruce de caminos.
Canarias, como región ultraperiférica de Europa, está más cerca geográficamente de África y culturalmente de América Latina que de la España peninsular. Eso no significa que debamos sentirnos una cosa o la otra. Muchos canarios y canarias se sienten españoles. Yo no. No señalo a quién se siente español, pero tampoco quiero evitar el no sentirlo yo. Y aquí hablo de sentimiento, no de realidades, algo que se tiende a confundir con demasiada frecuencia.
Nuestra historia está profundamente ligada al Nuevo Mundo. Durante siglos, la migración canaria hacia América fue constante, dejando una huella indeleble en países como Venezuela, Cuba y Uruguay.
La música, el habla, las tradiciones y hasta los apellidos canarios se mezclaron con las culturas locales, y viceversa. La vuelta de muchos de esos migrantes a Canarias trajo consigo influencias culturales que hoy forman parte de nuestra identidad.
Siendo realistas, un canario tiene más en común con un venezolano o un cubano que con un vasco o un murciano. Esto es así, por mucho que no queramos verlo. Otra cosa es que hayas nacido en Madrid y aprobado unas oposiciones en la Consejería de Educación y lleves 30 años viviendo aquí.
Con tus raíces y orígenes es normal que no lo entiendas. Que no comprendas lo que es tener tatarabuelos, bisabuelos, tíos, tías y primos al otro lado del charco. Es normal que te parezca gracioso el término guagua o el uso de la palabra papa. Eso se comprende. No pido que entiendas mi sentimiento de identidad porque a mí me sería muy difícil, o imposible, entender el tuyo.
La cuestión es que compartimos una historia de mestizaje, de vida insular y de un carácter abierto y acogedor que muchos identifican con lo latino.
¿Puedo llamarme latino siendo canario?
Esta es una pregunta que no tiene una respuesta sencilla. Formalmente, latino se utiliza para designar a las personas de América Latina.
Sin embargo, si entendemos latino como una identidad cultural basada en la lengua, las tradiciones y el mestizaje, los canarios tenemos más que suficiente derecho para reivindicar ese término como nuestro.
La cultura canaria es un puente.
Vivimos entre Europa y América Latina, pero nuestra alma tiene más de caribeña que de europea. Desde nuestra música —piensa en la folía y su parentesco con la trova cubana— hasta nuestra gastronomía, que combina influencias africanas, americanas y españolas, todo en Canarias resuena con la esencia de lo latinoamericano.
La conexión emocional con América Latina
Para muchos canarios, América Latina no es un lugar lejano o ajeno. Venezuela es conocida como la octava isla por algo (y no por Maduro ni por Chavez). Cuba está en los genes de nuestros antepasados retornados. América es parte de nuestra familia, literalmente.
Las historias de los abuelos y bisabuelos que emigraron en busca de una vida mejor y dejaron su huella en tierras americanas nos recuerdan que somos parte de un intercambio cultural constante.
Ese vínculo trasciende lo histórico y se refleja en el día a día. Hablar de Venezuela, de Cuba o de Uruguay no es solo un ejercicio de geografía; es hablar de nuestras raíces, de nuestra gente y de un legado compartido que no conoce fronteras políticas.
Reivindicar nuestra latinidad
Reivindicar el derecho a llamarnos latinos no significa renunciar a nuestra identidad canaria o española. Es, más bien, un reconocimiento de nuestra complejidad cultural.
Canarias no encaja completamente en los moldes europeos ni en los latinoamericanos, pero eso no significa que no podamos sentirnos parte de ambos mundos.
Nosotros, los canarios, somos una mezcla viva. Somos el eco de los guanches, la huella de los colonizadores españoles, el calor de África y el abrazo de América Latina.
Si ser latino significa celebrar el mestizaje, la diversidad y la riqueza cultural, entonces los canarios somos tan latinos como cualquier mexicano, chileno o colombiano. Desde Canarias, esa conexión se siente profundamente. No somos solo europeos, ni solo españoles: somos canarios, y en nuestro corazón y nuestra cultura, llevamos también una parte de América Latina.
Al reivindicar nuestra latinidad, no buscamos dividir ni restar, sino sumar. Porque en un mundo cada vez más interconectado, nuestras raíces compartidas nos recuerdan que las fronteras son solo líneas en un mapa, y que las identidades son siempre mucho más ricas y complejas.
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